Llegó el día. El hospital estaba desierto (¡se podía aparcar donde quisieras!). Apenas algún paciente que, como yo, tenía que acudir a su cita sí o sí. Todos bien equipados con mascarillas, guantes…
Un ambiente muy triste.
En esta especialidad, la única paciente era yo. Una sala de espera vacía y sin luz. Entramos sin retrasos a la consulta. Y, como esperábamos, los resultados confirmaban que mi compañera non grata se llama Esclerosis Múltiple. Iba muy preparada para escuchar ese resultado porque todas las anteriores pruebas ya apuntaban en esa dirección. Y lo único que quería es que llegara ese momento para empezar a dibujar la hoja de lo que sería mi nueva ruta.